Urano, el planeta que se rodea, siempre ha sido la locura de nuestro sistema solar. Desde que la Voyager 2 -Probe de la NASA sobrevivió en 1986, los astrónomos han tratado un secreto inquietante: en contraste con sus gaseosos júpiter Saturno y primos de Neptuno, Urano no parecía tener una fuente de calor interna importante. Era un mundo lento y enérgico en apariencia. Pero esta idea acaba de saltar por el aire.
Un contexto pequeño. En enero de 1986, la sonda Voyager 2 fue la primera y única nave que visitó Urano y nos dio las imágenes más icónicas del planeta y los datos que dieron los conceptos básicos de todo lo que sabemos sobre él. Uno de los más importantes fue su equilibrio energético, el calor que ella exuda en términos del sol.
Los enormes planetas tienen una masa inmensa, así que mantenga una parte considerable de la calidez de su educación y la libere durante miles de millones de años. Este flujo de calor interno se muestra en Júpiter, Saturno y Neptuno. Sin embargo, el instrumento de iris de Voyager 2 contó una historia completamente diferente sobre Urano.
Según un estudio de 1990, el planeta dio una cantidad casi idéntica de energía para lo que recibió del sol: el flujo de calor interno no se distinguió estadísticamente de cero. Urano se convirtió en una anomalía del sistema solar: un gigante de hielo que se enfrió mucho más rápido por alguna razón o se formó de una manera completamente diferente a los otros planetas.
No estaba muerto. Todavía de Parranda. A Nuevo estudio Bajo la dirección de los investigadores del Universidad de Houston Finalmente resolvió el secreto. Después del análisis de décadas, los científicos han demostrado que Urano irradia más calor de la que recibe del sol. No es el planeta inerte lo que pensamos, sino un mundo dinámico con un motor interno que está muy presente en el equilibrio energético.
El error no estuvo en las mediciones de Voyager 2, sino en la interpretación de una sola instantánea con el tiempo. Aquí está el nuevo estudio bajo la dirección de Xinyue Wang y el revestimiento de Li de la Universidad de Houston. En lugar de solo basado en el desbordamiento de 1986, su equipo dejó datos de un período de tiempo mucho más largo (de 1946 a 2030) y cubrió una órbita casi completa de Urano, que dura 84 años terrestres.
Urano es un planeta del extremo. Su eje de rotación está inclinado 97.7 grados, de modo que básicamente se enrolla sobre la órbita. En combinación con una órbita notablemente larga, conduce a estaciones extremas, cada una de las cuales dura aproximadamente 21 años, con un hemisferio bañado por una luz solar continua, mientras que la otra permanece en una oscuridad helada.
Los investigadores encontraron que este ciclo estacional es la clave de todo. La energía solar que absorbe el planeta no es constante, pero varía considerablemente durante el año. Los análisis de 1986, que se llevaron a cabo cerca del solsticio de invierno del hemisferio norte, no registraron la imagen completa. Debido al promedio del equilibrio energético en toda la órbita, los resultados son claros: Urano emite un 12,5% más de energía de la que recibe del sol.
No tan extraño error. Urano ahora encaja mucho mejor en los modelos de formación de enormes planetas. Tiene un motor interno, aunque es más débil que el de sus vecinos, lo que indica que su desarrollo del resto era lo que se pensaba. Esta declaración no solo cambia nuestra comprensión de cómo se forman y desarrollan los planetas enormes, sino que también llega en el momento adecuado cuando tanto la NASA como China preparan misiones para visitarlos.
Si la pregunta es por qué Voyager 2 recibió una imagen tan engañosa del planeta, la respuesta es simplemente desafortunada. En los días previos al sobrevuelo de 1986, el sol de Urano bombardeó con una tormenta geomagnética inusualmente poderosa. Este fenómeno comprimió la magnetosfera del planeta, haciendo que el barco recopile datos en un día de condiciones extremas.
Imagen | NASA/Erich Karkoschka
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