también de la carrera por crear pozos ultraprofundos – Colombia informa

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Año 1957. Tras milenios mirando a las estrellas, la Unión Soviética lanzó el Sputnik 1. Fue el primer paso de la carrera espacial en plena Guerra Fría. Justo ese año, desde Estados Unidos se propuso una carrera muy diferente: la de alcanzar y estudiar las profundidades de la Tierra. Es curioso que los dos episodios se dieran a la vez, ya que comparten el ser uno de los desafíos científicos y tecnológicos más ambiciosos de la historia de la humanidad.

¿Objetivo? Descubrir más sobre nuestro planeta. ¿Consecuencia? Que los rusos se pusieran a taladrar como posesos y que, tras el abandono de los proyectos más importantes y la consecución de logros inmensos, haya un nuevo país buscando en las entrañas de la Tierra.

Y no podía ser otro que… China.

Carrera espacial, pero al revés

El Proyecto Mohole fue la primera iniciativa de perforación profunda. Propuesta por el geofísico estadounidense Walter Munk, la idea era perforar hasta la discontinuidad de Mohorovicic: el límite entre la corteza y el manto terrestre. El objetivo era obtener muestras directas de esa capa del planeta para poder estudiarla, y si era algo comparable a ir al espacio es porque había una dificultad añadida: no se podía excavar desde tierra continental.

Taladrar la corteza terrestre no es fácil, y menos si se pretende hacer desde tierra. Ahí, el manto está a unos 30 kilómetros de profundidad, por lo que los impulsores del proyecto pensaron que sería mucho mejor empezar a perforar en las profundidades oceánicas. Se pusieron a ello en 1961, cuando el buque CUSS I empezó a taladrar frente a la costa de Guadalupe, en México, alcanzando los 183 metros bajo el lecho marino.

Haciéndolo así, habían ganado 3.600 metros que no tendrían que excavar porque es agua, pero pese a las buenas sensaciones iniciales, el proyecto no terminó de cuajar. Y no por falta de viabilidad, ya que fue el escenario perfecto para probar técnicas de perforación profunda y, además, se recogieron valiosas muestras, pero en plena Guerra Fría, el Congreso de Estados Unidos decidió que era mejor enviar el dinero a otra parte.

Así, en 1966, el Proyecto Mohole fue cancelado, pero aunque no lograron sus objetivos, sí establecieron las bases de lo que posteriormente serían los programas Deep Sea Drilling Project o Integrated Ocean Drilling Program para perforar pozos oceánicos. Y no sólo oceánicos: en Oklahoma, el pozo Bertha Rogers alcanzó los más de 9.500 metros de profundidad, aunque el objetivo en este caso era el de alcanzar las reservas de gas natural.

Los soviéticos se lo tomaron en serio. Claro

Cuando la Unión Soviética se picaba con Estados Unidos, lo hacía a conciencia. A la vez que su programa de armamento nuclear explotaba, la URSS empezó a cavar un pozo. En 1962, el país asignó al Consejo Científico Interdepartamental para el estudio de la Tierra el proyecto de un pozo de prospección científica. Desde Mohole se excavaron pozos buscando recursos, pero la Unión Soviética tenía por objetivo el estudio de la litosfera.

El área del pozo antes de acabar derruida

De nuevo, querían investigar en la discontinuidad de Mohorovicic, pero en lugar de hacerlo en el océano como Estados Unidos, se pusieron a excavar en una zona del noreste de Rusia, en el Óblast de Múrmansk. Así, y unos años después de la asignación del proyecto, la Unión Soviética empezó a penetrar la Tierra con el Pozo Superprofundo de Kola, también conocido como Proyecto SG-3.

El avance fue bestial: en mayo de 1970 empezaron las obras y para 1979 habían superado la profundidad del pozo Bertha Rogers. En 1989, menos de 20 años después de comenzar, alcanzaron su profundidad máxima: 12.262 metros. Por ponerlo en contexto, es más profundo que la Fosa de las Marianas y entraría un Everest y medio. Sólo si medimos la altura, claro, ya que el diámetro es de apenas unos centímetros.

La cabeza usada para llegar a las profundidades

Aquí hay que dividir entre lo que querían, lo que aprovecharían y lo que consiguieron. Por un lado, el objetivo fundamental era estudiar la composición de la Tierra, obteniendo muestras directas de rocas profundas para entender la composición de la corteza. También se buscaba estudiar mejor los procesos que intervinieron en la formación de la corteza, así como los mecanismos que intervienen en la actividad sísmica y volcánica.

Por otro lado, con esas muestras esperaban analizar los registros paleoclimáticos que darían mucha información sobre diferentes episodios de temperaturas extremas a través de miles de millones de años de la Tierra y, de paso, investigar los límites de la vida microbiana: lo que aguanta la vida en condiciones extremas de temperatura y presión.

Muestras obtenidas en Kola. 12 kilómetros dan para muchas muestras

Si de paso se encontraban recursos como petróleo o gas en capas ultraprofundas, mejor que mejor, y también sería interesante tener datos de esas profundidades de cara a mejorar la comprensión -y poder predecir- desastres naturales como terremotos o erupciones volcánicas. 

Los científicos fueron consiguiendo sus objetivos y durante dos décadas trabajaron en el pozo, encontrando información extremadamente valiosa en el proceso.

  • No pudieron probar la discontinuidad de Conrad, lo que implica que no encontraron esa esperada transición del granito al basalto en la corteza continental.
  • Descubrieron agua en rocas fracturadas a kilómetros de profundidad cuando no esperaban hacerlo.
  • También dieron con fósiles de organismos marinos de hace 2.000 millones de años.
El área en 2020 tras años de abandono

Pero lo más revelador fue lo que acabó con la viabilidad del proyecto. Nunca nadie había excavado a tanta profundidad, por lo que únicamente se contaba con teorías e hipótesis. Una de ellas era la de la temperatura: esperaban altísimas presiones, sí, pero temperaturas alrededor de los 100º. Sin embargo, se toparon con temperaturas de unos 180º y “ríos” de hidrógeno y fango que hacían que la labor de excavación fuera imposible.

Tras la limpieza del sitio, el punto de entrada sellado con la cifra que conmemora la profundidad alcanzada

Estas temperaturas eran significativamente más altas de lo previsto y así, en 1992, se decidió que la tecnología no permitiría excavar mucho más. También influyó el colapso de la Unión Soviética y el cambio de prioridades para los fondos, así que el proyecto se detuvo y, en 2005 y tras años de inactividad, el pozo ultraprofundo de Kola se cerró.

Y llegó China con nueva tecnología bajo el brazo

Podría considerarse un éxito debido a que dieron con rocas de más de 2.700 millones de años de antigüedad y, aunque la empresa estatal GNPP Nedra se hizo con un laboratorio geológico a más de 8.500 metros de profundidad -el Proyecto SG-5-, en 2008 se dio carpetazo definitivo por limitaciones financieras. 

Pero hace unos años, cuando Rusia, Estados Unidos, China e India estaban inmersos en una nueva carrera espacial, el gigante asiático se vio tentado por esa loca idea de taladrar la Tierra.

Shendi Take-1

China está excavando decenas de pozos ultraprofundos con un doble objetivo. Al contrario del SG-3 Soviético, China tiene el objetivo de conseguir recursos como petróleo y gas. Es por ello que muchos de esos proyectos están en el desierto de Taklamakán, una “mina” porque se estima que se encuentra una de las reservas de recursos más prometedoras de China. Y es algo vital para conseguir sus objetivos de dejar de depender de las exportaciones.

En 2023, la empresa petrolera Sinopec inauguró el Project Deep Earth 1-Yuejin 3-3XC, un pozo de más de 9.400 metros de profundidad para extraer petróleo, pero en el mismo desierto, al China National Petroleum Corporation, o CNPC, está perforando otro pozo aún más profundo: el Shendi Take-1.

De momento, rozan los 11 kilómetros de profundidad, pero el objetivo es alcanzar los 12 kilómetros. No será tan profundo como el de Kola debido a que el objetivo aquí es diferente: primero los recursos energéticos, después la exploración científica. 

A la vez que extraen petróleo, el Shendi Take-1 está diseñado para realizar un estudio de esa capa interior del planeta, y aunque la profundidad no será tan extrema como la del pozo soviético, China está sentando las bases tecnológicas para superar esa marca.

Las cabezas usadas en Shendi Take-1

En enero de este 2025, el país encargó a la Academia China de Ciencias Geológicas un programa de investigación de tecnologías de perforación que alcancen los 15.000 metros de profundidad. Se trata de un programa para encontrar soluciones a ese lodo a temperaturas superiores a los 400ºC a los 13.000 metros, pero también, al uso de la robótica para automatizar procesos y al desarrollo de equipos que puedan resistir no sólo la temperatura, sino la presión.

Carrera en alta mar

Y, a la vez que se perfora en tierra, se sigue perforando en mar. Sin salir de China, en noviembre de 2024 se estrenó el Meng Xiang, un buque equipado con un sistema de perforación hidráulca capaz de alcanzar los 11.000 metros desde la superficie del mar hasta el subsuelo. Supera al JOIDES Resolution estadounidense (que dejó de operar en 2024) y al japonés Chikyu, que también se encuentran excavando en alta mar, y el objetivo es, de nuevo, alcanzar la discontinuidad de Mohorovicic.

Tiene capacidad para establecer tubos para la explotación de recursos, pero en el programa chino que busca realizar unas 30 perforaciones entre 2025 y 2035 entran propuestas internacionales y está abierto a la colaboración científica, compartiendo muestras y datos.

Chikyu

China, Unión Soviética, Estados Unidos… ¿Europa tiene voz en esta historia? Pues sí, de la mano con Japón. Este año, el Consorcio Europeo de Investigación de Perforación Oceánica y Japón se lanzaron al nuevo International Ocean Drilling Programme, un proyecto que se encuentra dentro del Marco Científico 2050 que establece los siguientes objetivos de investigación para los próximos 25 años:

  • Comprender las interconexiones en el sistema terrestre.
  • Investigar el cambio climático.
  • Estudiar los peligros geológicos.
  • Seguir avanzando en la comprensión de la biosfera profunda.
  • Y… explorar recursos geológicos y energéticos sostenibles.

En mencionado Chikyu japonés opera bajo este programa IODP y, en septiembre de 2024 bajo la primera etapa del proyecto, alcanzó los 7.906 metros (comenzaron a 6.800 metros bajo el mar y perforaron un kilómetro más en el lecho marino, pero es un logro).

El estado de los pozos ultraprofundos

Al final, aunque no llama tanto la atención como el lanzamiento de ‘cosas’ al espacio, hay una actividad constante e importante relacionada con la excavación de pozos ultraprofundos. China es la que está llevando la voz cantante en esta nueva carrera gracias a varios proyectos simultáneos y a ese megaproyecto que busca alcanzar los 15.000 metros de profundidad, pero recientemente se han lanzado programas como el IODP³ o el Meng Xiang para realizar expediciones marinas.

Los medios no son los mismos que durante la Guerra Fría gracias a tecnologías como la perforación con microondas o plasma, pero sí se mantiene esa intención de saciar la curiosidad científica a la vez que se buscan fuentes de energía gracias a combustibles fósiles en lugares inexplorados o a fuentes más limpias como puede ser la geotérmica.

Lo que sigue siendo exactamente igual es que hay un problema: el dinero. Realizar estas exploraciones es caro no sólo por los medios que se consumen, la inversión en equipamiento y tecnología, sino por el tiempo que hay que pasar elaborando proyectos para asegurar algo tan importante como lo que ya hemos comentado: que no se hacen daños a los ecosistemas.

Porque, precisamente, estos proyectos deben cumplir con unas evaluaciones de impacto ambiental más rigurosa que las que se hacían en los 60 con el fin de asegurar que se perturba el ecosistema lo menos posible, así como una correcta gestión de los residuos… y el cuidado por no contaminar los acuíferos profundos.

Ahora es sólo cuestión de tiempo ver hasta dónde llegan, pero igual que tenemos un ojo en los proyectos por ir a la Luna o Marte, debemos tenerlo en los pozos que se están excavando en nuestro propio planeta.

Imágenes | Pechengsky, Шелковников Евгений Анатольевич, Alexander Novikov, CNPC (2), Sinopec, Satoshi KAYA, Yokosuka New Port

En | En China hay barcos del tamaño de rascacielos navegando a miles de kilómetros del mar. Todo gracias a sus grúas

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