Romper el silencio y los prejuicios: desafíos que enfrentan las personas tartamudas – Colombia informa

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Millones de personas en todo el mundo luchan contra la tartamudez, una enfermedad que afecta a la fluidez del habla y que no sólo supone un desafío comunicativo, sino también una lucha constante contra los prejuicios y la falta de comprensión social.

La tartamudez, o disfemia, se manifiesta por repeticiones, prolongaciones o bloqueos involuntarios al hablar. Según la Asociación Internacional de Tartamudez (ISA), alrededor del 1% de la población mundial (unos 70 millones de personas) vive con la enfermedad.

Muchas personas que tartamudean, aunque no estén relacionadas con la inteligencia o la capacidad cognitiva, experimentan discriminación, burlas y ansiedad social, especialmente en entornos educativos o profesionales. Para ellos, cada conversación puede convertirse en un desafío emocional en lugar de una interacción cotidiana normal.

Los expertos señalan que las causas de la tartamudez pueden ser genéticas, neurológicas o emocionales, y si bien no existe una cura definitiva, los tratamientos terapéuticos -como la logopedia, el apoyo psicológico y las técnicas de respiración- pueden mejorar la fluidez y fortalecer la autoestima.

Los especialistas también destacan la importancia del medio ambiente. Escuchar con paciencia, evitar interrumpir o finalizar frases y mantener el contacto visual son gestos sencillos que pueden reducir la ansiedad y aumentar la confianza en sí mismo de una persona que tartamudea. Dicen que la educación y la empatía son tan necesarias como la terapia.

Las campañas internacionales nos recuerdan que hablar tartamudeando no significa que tengamos menos que decir. Cada palabra, aunque lleve más tiempo, tiene su valor. Por ello, los movimientos sociales promueven el mensaje “Tu voz cuenta” como símbolo de inclusión y respeto a todas las formas de comunicación.

Romper el silencio y los prejuicios es más que escuchar: es comprender, acompañar y dar espacio a todas las voces, sin importar su ritmo. Porque la verdadera fluidez no se trata de hablar rápido, sino de hablar libremente.

«Romper el silencio y los prejuicios da valor a cada voz. La tartamudez no limita las palabras, nos enseña a escuchar con empatía y hablar con libertad».

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