Cada 11 de junio, el Caribe colombiano está cubierto de niebla de nostalgia. Desde la madrugada, Valledupar, Barranquilla, Santa Marta y Cartagena adaptan el mismo sentimiento: La voz eterna de Rafael Orozco.
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Esta voz, que era un himno de amor, un suspiro de eventos y una pancarta de Vallenato, que se atrevió a cruzar las fronteras, Todavía suena como si nunca se fuera.
Ese día, cada año, el recuerdo es más fuerte que la tristeza. Hace más de tres décadas, El viernes 11 de junio de 1992, Vallenata Music perdió uno de los ídolos más grandes: cantante, compositor y fundador de Gold Binomial, fue asesinado a una distancia a cerca de su casa, en la carrera 50 con la calle 96A, en el norte de Barranquilla. La explosión de ocho tiros no solo apagó su vida; Lanzó un choque nacional que aún no se ha olvidado.
Cantante
Rafael Orozco Maestre no era solo un traductor. Era un fenómeno. Nació en Becerril en César en 1954, y desde la infancia soñó con ser un cantante. Fue descubierto por el acordeón y el productor Emilio Oviedo, pero fue con Israel Romero, el pollo de Isra, quien dio el salto final. En 1976, su primera canción como un dorado dos meses, Creciendo, esperado, que vendrá: asunto interminable con la opinión pública.
Binomial no era un grupo. Era una orquesta moderna de VallenataCon un guardarropa brillante, coreografía y una visión comercial sin precedentes de esta especie. Grabaron 19 álbumes y conquistaron clubes sociales en Barranquilla, donde se envió la música de Afroantillan, al Madison Square Garden en Nueva York.
Su estilo romántico, su estética cautelosa, su propuesta formal, abrió los caminos que Vallenato tradicional nunca viajó.
En Barranquilla es una ciudad que lo ha aceptado y catapulado, el eco de su voz todavía vibra entre los altavoces de la estación. Las emisoras lo recuerdan como si todavía estuviera vivo. Los expertos en Vallenatolodoods aspiran anécdotas y discos para honrar su memoria. Y en el cementerio de Memorial Gardens, donde descansan sus restos, los seguidores se acumulan con flores, guitarras y lágrimas.
La noticia de su muerte cayó como un rayo. «El fundador y cantante El Binomio de Oro recibió un disparo en Barranquilla», titulado * The Time * al día siguiente. El periodista Favio Poved, su vecino, fue quien lo llevó a la clínica del Caribe, donde llegó sin señales de vida. Tenía solo 39 años, tres hijas, Kelly Johan, Wendy y Loraine, esposa, Clara Elena Cabello, y todo el país se rindió.
La hipótesis del crimen pronto explotó. Se hablaba de un triángulo amoroso, celos y venganza. Se detuvieron sospechosamente. José Reynaldo «El Nano», un traficante de drogas, fue acusado de ordenar un asesinato por razones apasionadas. Fiallo aparecerá muerto un mes después en Medellín con su escolta. Otros dos músicos que visitaron Orozco esta noche también desaparecieron misteriosamente.
Nunca ha habido un cierre claro. La justicia ha perdido tantas veces. Pero la historia ya ha sido escrita en el corazón de las personas.
Pocos artistas tenían el carisma de Rafael Orozco. Su rostro era tan conocido como sus canciones: *Besos reliquéticos *, *Sombra perdida *, *Dime un pájaro *, *el Higuerón *, *Chacunchá *. Su herencia no solo era musical: junto con Romero, él profesionalizó a Vallenato, lo llevó de la gala y se sentó en grandes mesas. Como dijo el vallenatólogo Rafael Oñate Rivero: «Junto con la institucionalidad comercial de dos puestos, llegó a la música de Vallenata».
Hoy, cada año, el 11 de junio, su ausencia se siente nuevamente como si fuera el primer día. Pero su vida, su trabajo, su visión también se celebra. Porque Rafael Orozco no murió; Se convirtió en una leyenda. Una leyenda que todavía canta al oído de Generations, que sin Vision Live la siente más que nunca.
Y aunque este coro suena en la radio, que dice: «No moriré por amor, pero moriré por ti», todo el Caribe se tembla nuevamente. Porque no perdió la voz de Orozco: ganó la eternidad.