















Aunque es un subgénero del que no vemos demasiados ejemplos últimamente, es uno de los pilares absolutos del cine criminal: gángsters, mafiosos, el crimen organizado ha estado en el cine desde el principio de los tiempos, en los albores del sonoro y acompañando a una realidad cruda y que exigía su reflejo en la pantalla. Pronto el crimen organizado se convirtió en un icono del cine y realidad y ficción se retroalimentaron mientras directores como Martin Scorsese o Francis Ford Coppola iban modelando la visión moderna de estos personajes. Hemos seleccionado algunas de las mejores películas de mafiosos y gangsters y dónde puedes verlas, así que ojo con las balas perdidas.
El enemigo público (1931)
Todo lo que el cine de gángsters nos va a aportar en décadas posteriores estaba ya en esta película de los años treinta, especialmente cruda y violenta gracias a su estreno anterior a que las garras del Código Hays se cernieran sobre Hollywood. El ascenso y caída de Tom Powers (altamente carismático James Cagney) en el mundo criminal de Chicago durante la Ley Seca se convierte en canon narrativo acerca de cómo la ambición y la brutalidad llevan al protagonista a la autodestrucción. El enfoque semidocumental de Wellman y el retrato lleno de matices de los personajes hacen de la película un clásico de gran complejidad psicológica.
Branded to Kill (1967)
La película más conocida de un director cuyo cine recomendamos ver de cabo a rabo. Muy influyente en directores como Tarantino o Kitano, esta película se mueve más por el entorno de los asesinos a sueldo que el de la mafia pura y dura, pero atisbaremos también trazas de cómo funciona el crimen organizado. Adentrándose sin miedo en el surrealismo, reinventa el género yakuza mediante experimentación visual y narrativa con la historia de un asesino obsesionado con ser el mejor, marcado por el fetichismo por el arroz hervido y sus encuentros con una femme fatale altamente enigmática.
Trilogía El Padrino (1972)
Tres clásicos que redefinieron el género, especialmente las dos primeras entregas, abordando temas de poder, lealtad y el «sueño americano» en la mafia neoyorquina. Las dos primeras películas nacieron en el contexto del Nuevo Hollywood y permitieron a Coppola desplegar una visión de autor que mezclaba la denuncia social con una trama familiar de tintes shakesperianos. La profundidad de sus personajes y su intrincada narrativa, pese a las críticas de glorificación del crimen organizado que han recibido desde su estreno, han dejado un legado cultural innegable e influido en incontables películas posteriores, con una crónica fascinante sobre la corrupción política y moral y el precio del poder.
El largo Viernes Santo (1980)
Mucho más áspero, violento y pegado a lo cotidiano que ‘El Padrino’ y similares, este thriller británico convirtió a Bob Hoskins en un absoluto mito del cine negro moderno (que redondearía, al otro lado de la ley, con ‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?’), donde seguiremos a un mafioso londinense que se enfrenta una serie de atentados y sabotajes contra su organización justo cuando busca cerrar un importante acuerdo inmobiliario con la mafia estadounidense. Una atmósfera oscura y tensa en un retrato de las luchas de poder dentro de un Londres marcado por la corrupción, el terrorismo y los cambios sociales de la época. Un perfecto reflejo de la repulsiva Gran Bretaña de Thatcher, con su crisis económica y sus tensiones políticas.
Scarface. El precio del poder (1983)
Una de las visiones más descarnadas que ha dado el cine moderno sobre la corrupción del sueño americano, que sin embargo no renuncia a una sátira literalmente sangrante, tan intensa y brutal que, como sucede con Harry el Sucio o El Club de la Lucha, hace que muchos espectadores no perciben que ellos mismos son el blanco de los proyectiles de Brian De Palma y su guionista, un encendidísimo Oliver Stone. Influencia indiscutible de películas posteriores como ‘Uno de los nuestros’, este remake del clásico de 1932 traslada la acción al Miami de los años ochenta y aunque en su momento no fue muy bien recibida por su tendencia al exceso, con el tiempo encontró su espacio como obra maestra de culto.
Érase una vez en América (1984)
Aunque en esta casa somos más de la Trilogía del Dolar, este ambicioso fresco sobre la memoria, la culpa y el paso del tiempo también está entre lo mejor de Sergio Leone. A través de los recuerdos de un antiguo gánster judío que recorren su vida criminal en Nueva York durante la Prohibición y el ascenso de la mafia, recorremos la historia del país en tres bloques temporales mostrando la evolución de un grupo de amigos, sus traiciones y pérdidas. Estéticamente deslumbrante, Leone utiliza la violencia y la ambigüedad moral para retratar la degradación humana en un clásico que no envejece.
Un mañana mejor (1986)
Un éxito de taquilla en Hong Kong tan desorbitado en su día que convirtió a Chow Yun-fat en una estrella y a su estética de gafas de sol y gabardina en un código visual que los propios gángsters de las triadas chinas comenzaron a imitar. Con su mezcla de melodrama enloquecido y acción hiperestilizada, John Woo creó el llamado heroic bloodshed, que continuaría en películas imprescindibles como ‘Hard-Boiled’, ‘Una bala en la cabeza’ o la propia secuela de ésta, que sería saqueada en lo estético por directores como Tarantino. Todo un icono, la historia de dos hermanos que viven en bandos opuestos: un respetado miembro de una tríada y su hermano menor, un joven policía tras su pista.
Muerte entre las flores (1990)
Una brillante reinvención del cine de gánsteres clásico, llena de ironía, ambigüedad moral y una estética poética que la separa de la opción más cruda y violenta que tomaron películas de ese mismo año como ‘Uno de los nuestros’. Ambientada en los años treinta, lo que también deja claro su elevado componente referencial hacia el cine de género clásico, narra el conflicto entre bandas rivales a través de un antihéroe atrapado entre la lealtad y la traición. Su tono mezcla homenajes a Hammett con humor negro y violencia estilizada, en una macedonia habitual en el cine de los Coen, aunque esta vez rebajan el tono de farsa y optan por cierta atmósfera de desencanto y honor perdido.
El rey de Nueva York (1990)
La breve incursión de Abel Ferrara en el cine de gángsters de tono más clásico se saldó a principios de los noventa con dos películas magníficas, ésta y ‘El funeral’. Pero aquí tenemos a un Christopher Walken absolutamente grandioso (lo que en cierto sentido la coloca por encima de ‘Uno de los nuestros’, del mismo año): es un capo de la droga que, tras salir de prisión, busca reconstruir su imperio criminal a la vez que busca cierta redención personal, enfrentándose a la violencia, la corrupción y la ambivalencia moral de su entorno. Su atmósfera urbana oscura y estilizada y su visión nihilista y ambigua sobre la figura del gánster moderno la convierten en un clásico que merecería haber recabado más atención.
Uno de los nuestros (1990)
En 1990, el género de gansters necesitaba una nueva perspectiva, y Martin Scorsese respondió con una obra maestra basada en hechos reales que desmitificaba la idealización de la mafia de películas como ‘El Padrino’. Con un estilo de dirección frenético y vibrante y una banda sonora que marca el ritmo de cada época, la película narra el ascenso y la brutal caída de un mafioso, explorando la fascinación por el poder y la brutalidad que se esconde detrás de la glamurosa vida criminal. La crítica la aclamó como un hito por su realismo, sus actuaciones memorables (especialmente la de Joe Pesci, que le valió un Óscar) y su perverso retrato del sueño americano.
Sonatine (1993)
Aunque son innumerables las películas notables de Takeshi Kitano acerca de la yakuza, esta es quizás una de las más redondas, y la que dio fama internacional a Kitano con su ritmo lento y contemplativo. Con esta consolidó su estilo característico, mezclando la violencia fría e impactante con el humor absurdo y momentos de calma poética. El filme sigue a Murakawa, un yakuza hastiado de su vida, enviado a Okinawa por una guerra de bandas que resulta ser una trampa. El contraste entre la brutalidad inherente a su profesión y los juegos infantiles que desarrolla con su banda en la playa es una forma de explorar el nihilismo existencial, la futilidad de la violencia y la inevitabilidad del destino.
Casino (1995)
Sería ridículo llenar esta lista de películas de Scorsese, que lo merecen, así que simplemente vamos a mencionar otra junto a ‘Uno de los nuestros’. ‘Casino’ nos cae especialmente bien por estar peor considerada que otras del director, aunque el tiempo la ha ido colocando en su justa posición de obra maestra: es un monumental retrato sobre la corrupción, el poder y la decadencia moral que rodearon al imperio del juego en el Las Vegas de los años setenta. De nuevo un reparto espectacular para una narrativa que es pura virguería, mezclando un tono casi documental, narraciones en off y flashbacks que vinculan el relato con el estilo del cine negro y el periodismo visual.
Si quieres más gángsters y Scorsese, apunta: ‘Malas calles’, ‘Gangs of New York’, ‘Infiltrados’ y ‘El irlandés’
Donnie Brasco (1997)
¿La última gran película de Johnny Depp? Podría ser, podría ser… desde luego, borda una interpretación donde, como agente del FBI infiltrado en la mafia neoyorquina, es capaz de medirse cara a cara nada menos que con Al Pacino, que da vida a un pistolero veterano que lo toma bajo su protección. Alejándose del glamour habitual del género, muestra con crudeza la rutina cotidiana de los mafiosos, sus debilidades y su decadencia, veinte años después de ‘El Padrino’. A través de la mirada del infiltrado, el film retrata la tensión y el desgaste psicológico de los criminales, abordando temas como la traición y el sacrificio personal.
The Mission (1999)
Siempre es un momento idóneo para descubrir a Johnnie To, así que si no lo conoces esta es la tuya, una película de un minimalismo narrativo y una exploración estilizada del universo de las tríadas que se convertirá en una de tus favoritas del director. Cinco especialistas son contratados como guardaespaldas tras el intento de asesinato de un jefe mafioso, y ponen sobre la mesa un estudio frenético sobre la lealtad, la camaradería y la ética entre criminales. Con tiroteos coreografiados con precisión milimétrica y actores como Anthony Wong, Francis Ng y Simon Yam, To lleva aquí el cine de gángsters a territorio existencial.
Dead or Alive (1999)
Como pasa con Kitano, es difícil quedarse con una sola película de gangsters del muy prolífico Takashi Miike, pero posiblemente su trilogía ‘Dead or Alive’ sea la más representativa… por no parecerse a absolutamente nada. La primera y mejor (aunque no sea la más loca) es una película de culto que redefine el cine yakuza a través de una propuesta extrema y muy nihilista, con el enfrentamiento entre un mafioso de origen chino que quiere conquistar el crimen organizado de Tokyo, y un policía japonés marcado por la tragedia. Solo sus diez primeros minutos son uno de los arranques más excesivos y dementes del cine de gángsters, y el final… igual, pero aún más indescriptible.
Infernal Affairs (2002)
Aunque el remake de Scorsese ‘Infiltrados’ es muy notable, esta es la versión preferible, un thriller hongkonés dirigido por Andrew Lau y Alan Mak que ha acabado convertido en referente icónico del cine criminal moderno. La película gira en torno a dos personajes enfrentados: un policía infiltrado en una organización criminal y un topo de la mafia dentro de la policía. Ambos luchan por descubrirse mutuamente, dentro de una narrativa de estructura tensa y elaborada, combinando suspense con drama psicológico. Nada de coreografías locas aquí: solo realismo, dirección precisa y grandes actuaciones de Tony Leung y Andy Lau.
A Bittersweet Life (2005)
Thriller coreano con un sublime nivel de estilismo visual y un enfoque altamente introspectivo sobre los habituales temas de venganza y la lealtad. Un ejecutor a las órdenes de la mafia desafia las órdenes de su jefe en un arranque de compasión y firma su sentencia de muerte. Con unas espléndidas secuencias de acción pese al tono intimista, la profundidad psicológica de su antihéroe hace brillar a esta película que se cuenta entre lo mejor del cine de un país que nos lleva brindando desde las últimas décadas algunas de las mejores películas sobre la mafia.
Promesas del este (2007)
David Cronenberg se sale de su ciencia ficción neocárnica habitual, pero sin perder ni pizca de su gusto por la violencia más cruda: aquí, en un thriller criminal ambientado en el Londres contemporáneo, explora los secretos de la mafia rusa. La película indaga en el encuentro entre una comadrona y el chófer de un clan mafioso ruso tras el ingreso en el hospital de una joven víctima de explotación sexual, que deja pistas sobre el funcionamiento interno de la organización. El resultado es una mirada fría al submundo criminal, en un entorno marcado por la corrupción, el poder y la manipulación.
Puedes verla en Movistar Plus+ y SkyShowtime
Gomorra (2008)
Un retrato brutalmente realista y desmitificador de otro tipo de mafia, la Camorra napolitana. Alejándose del glamour típico de las historias de mafiosos, muestra cinco historias entrecruzadas con un enfoque próximo al documental, lo que contribuyen a crear una atmósfera claustrofóbica, donde la violencia se muestra con frialdad. Los personajes (adolescentes fascinados por el crimen, trabajadores sometidos a la corrupción mafiosa…) reflejan cómo la Camorra controla aspectos esenciales de la vida cotidiana, desde la basura y el cemento hasta el mundo de la moda clandestina. La ausencia de música y la estética gris y decadente redondean una sensación de normalidad angustiosa ante la barbarie. Resultando: una de las grandes películas europeas contemporáneas sobre el crimen organizado.
Suburra (2015)
Los últimos años nos están dando la oportunidad de revisar los entresijos de un crimen organizado en Italia muy diferente del que mostraron clásicos como ‘El Padrino’, mucho más crudo y realista. Este es un frenético thriller italiano que expone con dureza la corrupción política y criminal en la Roma contemporánea. La trama entrelaza numerosos personajes (mafiosos, políticos corruptos, la Iglesia, el mundo de la prostitución) en torno a un megaproyecto urbanístico que destapa la podredumbre estructural de la ciudad. Atmósfera asfixiante y estética hiperestilizada, donde la violencia y el fatalismo arrastra a los personajes, y que tuvo continuación en una excelente serie en Netflix.











