El famoso puente conocido como «muerte» o «miedo» situado en la frontera entre Colombia y Ecuador, no solo presenta un enorme riesgo, sino que también se ha convertido en un desafío que pone a prueba tanto el equilibrio como la perseverancia física y emocional de quienes lo cruzan. Este puente, que se extiende aproximadamente 250 metros, conecta El Pulo en la comuna de Ricaurte, en el Departamento de Nariño, con la provincia ecuatoriana de El Carchi.
En esta apartada región, los habitantes nativos de las comunidades, así como los pastos awá, enfrentan cada día la prueba de sus nervios y habilidades al intentar cruzar el puente que se encuentra sobre las aguas del Caudaloso Río San Juan.
La estructura del puente está hecha a mano. Foto:Específico
Este no es un puente convencional, ya que no está construido de cemento. Se trata de una estructura completamente artesanal, diseñada con un grosor de cable que los usuarios deben caminar. Además, hay otros dos cables a los que pueden aferrarse con ambas manos, lo que facilita un poco la travesía.
Superar esta prueba requiere no solo equilibrio, sino también una considerable dosis de paciencia. Hay personas que tardan hasta diez minutos en cruzarlo, mientras que otros lo logran en un tiempo más corto, dependiendo de su agilidad y valentía.
El ejército de Ecuador los destruyó
Las comunidades indígenas de El Pulo y Mayasquer, localizadas en las comunas de Ricaurte y Cumbal, respectivamente, en el sur de Nariño, habían construido este puente, llamado Tarabita, con sus propios recursos y esfuerzo. En este contexto, las autoridades tradicionales nativas awá, junto con el alcalde del Cabildo awá de Ricaurte, denunciaron que a principios de febrero, el ejército ecuatoriano destruyó dos puentes peatonales de manera intempestiva mediante explosivos. El primero estaba entre El Talo (Colombia) y Gualtor (Ecuador), y el segundo conectaba Mayasquer (Colombia) con el refugio de Maldonado (Ecuador).
En una declaración urgente, dos organizaciones indígenas expresaron su preocupación: «Esta situación perjudica gravemente la libre movilidad de las comunidades indígenas, especialmente de los niños y adolescentes que tienen derecho a desplazarse sin impedimentos».
Andrés Tapa, alcalde de la comuna de Cumbal, manifestó su profundo descontento ante estas acciones, afirmando: «La administración de la ciudad rechaza categóricamente las acciones llevadas a cabo por las fuerzas de seguridad de Ecuador, en especial por su ejército nacional».
La película es la mejor prueba
Una serie de grabaciones realizadas por residentes de la zona enfatiza la seriedad de la situación. En las imágenes se observa el gran esfuerzo que implica cruzar el puente, lo que se convierte en un testimonio visual de la resiliencia de la comunidad. Aquellos que atraviesan el río demuestran una asombrosa fortaleza y determinación.
Es un momento en que hombres, mujeres, niños y adultos ponen a prueba su fuerza y habilidades, llevando consigo productos que han cultivado en sus tierras y que necesitan transportar para la venta en los centros urbanos más cercanos, como Ricaurte y Cumbal.
El río que marca la frontera entre ambos países es extremadamente caudaloso, y los nativos evitan nadar en sus aguas, temerosos de ser arrastrados por la fuerte corriente o incluso perder la vida.
Fue una gran necesidad
De acuerdo a lo que se narra en el video, la construcción de un puente ha emergido como una necesidad urgente para los nativos de la región. «El nativo Awá necesita asegurar este cable, cruzar de Colombia a Ecuador es sumamente arriesgado», se escucha en una de las voces del material grabado.
El líder comunitario Rolando Canticus, por su parte, cruza el puente con extremo cuidado, mientras se observa a una mujer nativa llevando a su hijo en un estilo que recuerda a un «canguro».
«Los que logran cruzar el río San Juan lo hacen con una mezcla de felicidad y ansiedad. Este paso es, sin duda, muy arriesgado», afirmó el autor de la película, quien no escondió su asombro al observar los grandes esfuerzos que hacen los habitantes de la región para transitar entre dos países, cada movimiento es una mezcla de cautela y fuerza.
El tiempo pasa y hay silencio
Han transcurrido más de dos meses desde la destrucción de los puentes, y a pesar de la urgencia de restablecer la conexión, el gobierno ecuatoriano no se ha pronunciado al respecto.
El alcalde Andrés Tapa, quien expresó su indignación, lamentó que las comunidades indígenas estén sufriendo graves consecuencias por esta situación.
«Esta grave situación afecta de manera severa a nuestros pueblos nativos, impactando particularmente a niños, jóvenes, cabezas de familia y ancianos», lamentó el funcionario, añadiendo que el efecto se siente también en la salud, la educación y la economía de la región.
El alcalde subrayó que restaurar los puentes es fundamental para garantizar el derecho a la vida, la salud, la movilidad y el bienestar de la comunidad. «Estamos muy preocupados y esperamos que el gobierno ecuatoriano reconsidere y devuelva los puentes que históricamente han simbolizado la relación y cooperación entre nuestras comunidades», afirmó.
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