Si alguna persona tuviera la posibilidad de viajar en el tiempo y regresar a la Barranquilla que alguna vez fue, no hay duda de que su primer destino sería Cuadrado San Nicolás.
Ubicado en el corazón de la ciudad, Cuadrado San Nicolás es un punto de convergencia del aspecto religioso, comercial y social de Barranquilla. En este lugar se erige con majestad La iglesia de San Nicolás, un testigo silencioso que atestigua la historia que reside entre sus muros, campanas y eventos significativos.
La historia del primer templo católico en esta ciudad costera ha sido meticulosamente relatada por los eruditos locales Enrique Yidi y Adlai Stevenson, quienes lo han presentado con esmero en su obra «San Nicolás: iglesia, plaza, ciudad». Este trabajo se erige no solo como un documento histórico, sino también como un profundo acto de amor hacia la herencia cultural y religiosa de Barranquilla.
El libro, que se presenta en tapa dura con 400 páginas y 251 fotografías, permite a los lectores apreciar las transformaciones que ha experimentado la iglesia y la plaza de San Nicolás a lo largo de los últimos 120 años. En la introducción, se establece la importancia de la obra como un recurso esencial para los amantes de la historia del Caribe colombiano y todos aquellos interesados en ahondar en la identidad de Barranquilla.
Los historiadores Barranquilleros Enrique Yidi y Adlai Stevenson son los autores del reconocido trabajo. Foto:Cortesía
Los estudios y descripciones recogidas en la publicación no solo destacan la arquitectura de este emblemático lugar, sino que también ilustran el papel fundamental que ha desempeñado San Nicolás en momentos decisivos de la ciudad.
Aquí se celebraron grandes rituales de la ciudad, desde coloridas procesiones del carnaval hasta eventos significativos como la llegada del tranvía y la primera iluminación pública de Barranquilla.
En sus alrededores, se gestaron numerosas actividades que incluyeron tertulias, escándalos y renacimientos.
La Iglesia de San Nicolás y su plaza son espacios cargados de relatos históricos. Foto:Gracias a la amabilidad de Emilio Yidi
Este lugar fue el escenario donde el tiempo se había detenido gracias al gran reloj que unía las vidas de los ciudadanos mientras disfrutaban de un sorbo de ron blanco al son de la música tradicional.
Este artículo tiene como objetivo resaltar algunos episodios destacados de la notable obra mencionada y motivar a los lectores a profundizar en el libro, que constituye un recurso invaluable que cuenta con una narrativa rigurosa respaldada por una investigación académica de alta calidad.
De cisma a una postal
Fundada como parroquia en el siglo XVII, San Nicolás, consolidada en 1701, se reconoció como la madre de las iglesias de Barranquilla. Sin embargo, a lo largo del tiempo surgió una división: San Roque, en un acto simbólico, desafió el dominio de su hermana conservadora, generando una confrontación que se conoció como el «cisma Barranquilla». Este conflicto fue tan profundo que requirió la intervención de obispos de Santa Marta y Cartagena para disuadir los choques.
La Iglesia de San Nicolás se erige como el epicentro de la rica historia barranquillera. Foto:Gracias a la amabilidad de Enrique Yidi
El magnífico templo enfrentó el desafío del abandono en varias ocasiones. Para salvarlo, se llevaron a cabo operaciones de renovación estética y espiritual.
Una intervención significativa se registró en 1905, cuando el arquitecto italiano Amadeo Mastellari fue solicitado para levantar nuevas torres y embellecer el templo utilizando mármoles traídos de Carrara, Italia.
Este templo, que había sido visto como uno de los más simples en decoraciones, se transformó en un verdadero tesoro de arte sacro. También se convirtió en un ícono con el lanzamiento de la primera postal de San Nicolás en 1901, la cual se erigió como un símbolo de orgullo local y objeto de exportación.
Reloj muy grande
Entre las transformaciones más emblemáticas se encuentra la instalación de un reloj público. En 1873, el Ayuntamiento aprobó su compra por 1200 pesos. Roberto Joy emprendió un viaje a Europa con el objetivo de traer una pieza digna para esta ciudad en crecimiento.
El reloj llegó a Barranquilla, pero no logró instalarse inmediatamente debido a la falta de espacio adecuado; en realidad, no encajó en las torres.
El interior de la Iglesia de San Nicolás tal como se presenta tras su renovación en 2011. Foto:Gracias a la amabilidad de la diócesis de Barranquilla
«Para que el reloj pudiera ser instalado, fue necesario construir una nueva torre en la iglesia de San Nicolás, diseñada en octogonal por Fulgencio Gambín. Esta torre no se adaptó a las medidas y perspectivas requeridas para el reloj», explican los historiadores.
Después de enfrentar complicaciones logísticas y desconfianza de la comunidad local, un arquitecto italiano llamado Chiaro Mansueto diseñó la torre adecuada. Finalmente, el reloj comenzó a marcar el tiempo en diciembre de 1876, acompañado de un sistema de campanas que regulaba la cotidianidad de los barranquilleros.
La iglesia también fue testigo de momentos críticos en la historia, tales como el 11 de febrero de 1885, cuando durante la Revolución radical liberal, su campana se convirtió en un baluarte militar. Desde allí se disparó, y las paredes se vieron afectadas por el conflicto, lo que dejó la ciudad en estado de caos.
Poco después, el sacerdote Carlos Valiente emprendió el proceso de reconstrucción del templo, buscando devolver la dignidad perdida entre el eco de las balas.
Tan solo diez años después, un incendio consumió parte del templo. En la noche del 9 de abril de 1948, tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, la violencia azotó al país; Barranquilla no fue la excepción, y San Nicolás sufrió daños severos, perdiendo siglos de archivos y documentos.
El sacerdote Salustiano Llamas, quien defendió la importancia cívica del templo, se encontró impotente ante la destrucción.
La Plaza de San Nicolás en el corazón de Barranquilla. Foto:Vanexa Romero/ El TIempo
Mármol entre la ruina
El periodo después de la guerra fue cruel; la iglesia quedó rodeada de vendedores ambulantes, techos colapsados y torres en riesgo de derrumbarse. Hubo incluso propuestas para demolerla. Sin embargo, cuando parecía que el olvido iba a ser definitivo, la historia del templo se reescribió gracias al descubrimiento de docenas de lápidas de mármol en sus catacumbas, resucitando los nombres de distinguidas figuras que habían sido enterradas en su interior.
Así comenzó una nueva etapa de reconstrucción, esta vez incorporando la creación del primer Museo de Arte Sagrado de Barranquilla.
La iglesia de San Nicolás, al igual que la ciudad misma, resurgió de sus cenizas.
Una fiesta que fue
La Plaza de San Nicolás no solo fue un sitio de oración y conflictos. En las memorias del octogenario Joaquín de Moya, recogidas en entrevistas de 1938, se destaca que el evento más relevante para los barranquilleros no era el carnaval, sino la celebración de San Nicolás.
Durante esas festividades, entre ritmos de cumbias, tragos de ron blanco y el vino agrio que vendía Tomás Maggrí, los barranquilleros conmemoraban su identidad. En esta plaza se establecían diálogos, se negociaba, se compartía música y se realizaban bailes que reflejaban la esencia de la comunidad. Era a la vez un ágora, un circo y un confesionario.
Después de décadas de olvido y abandono, tanto la plaza como la iglesia fueron recuperadas en 2011 por el distrito de Barranquilla, como parte de un plan de intervención y recuperación del centro histórico. Actualmente, la iglesia y su renovado entorno han vuelto a ser el epicentro de una serie de eventos oficiales y culturales que atraen a los barranquilleros.
Al explorar la historia de la Iglesia de San Nicolás y su plaza, se evidencia que estamos hablando del alma de la ciudad. Esta historia no solo merece ser recordada, sino también protegida, porque representa todo lo que significa esta ciudad, su gente, sus luchas y su fe.
Puede interesarle
Semana Santa como tiempo de reflexión tengo una cura Foto:
Periodista Leonardo Herrera de El Tiempo