Salvador ha marcado un hito significativo en su desarrollo reciente: el país centroamericano ha logrado alcanzar la notable cifra de 900 días sin el registro de asesinatos, un logro que se ha dado desde que Nayib Bukele asumió la presidencia en 2019. Estos datos han sido corroborados por fuentes oficiales y respaldados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Este logro, frecuentemente promocionado por el gobierno y sus simpatizantes, contrasta radicalmente con el pasado cercano del país, cuando Salvador figuraba entre las naciones más violentas del mundo, exhibiendo tasas de homicidios que superaban los 100 asesinatos por cada 100,000 habitantes en el año 2015. Esa era una época sombría caracterizada por un clima de miedo e inseguridad constante.
En una declaración impactante, el presidente Bukele dio a conocer esta cifra histórica el 4 de mayo a través de su cuenta en la red social X. En su mensaje, enfatizó que durante las administraciones anteriores no había habido un solo día sin que se registrara al menos un asesinato. «Cerramos el 4 de mayo y podemos anunciar que hemos alcanzado los 900 días sin asesinatos desde que aceptamos la presidencia», afirmó el presidente, resaltando esta victoria como un cambio monumental en la normalidad de la vida en Salvador. Asimismo, la presidencia destacó: «900 días sin llorar por las familias de Salvador, porque la incertidumbre ha eliminado a un ser querido». Esta declaración no solo subraya el impacto positivo en la seguridad, sino que también refleja el cambio emocional que ha experimentado la población.
La reducción drástica de la criminalidad se atribuye en gran medida a la política de «mano dura» implementada por Bukele, que incluye el Plan de Control Territorial I, lanzado en marzo de 2022. Este plan ha introducido un régimen de excepción que ha ampliado significativamente las autoridades de las fuerzas de seguridad y ha permitido a las autoridades llevar a cabo operaciones de seguridad más agresivas. De los 900 días sin asesinatos, un total de 748 se han producido bajo este régimen, el cual autoriza arrestos masivos sin la necesidad de una orden judicial. Esto ha resultado en la detención de más de 85,000 individuos que se presume son miembros de pandillas.
Aunque el enfoque del presidente ha sido elogiado por algunos sectores de la población que celebran la reducción de la violencia, también ha suscitado críticas y preocupaciones sobre la posible violación de los derechos humanos. Los opositores argumentan que la política de mano dura podría ser excesiva y generar un ambiente de abuso por parte de las autoridades. Sin embargo, para muchos salvadoreños, el simple hecho de poder salir a las calles sin temor a ser víctimas de la violencia es un avance significativo que no había sido posible durante años.
Este nuevo capítulo en la historia de Salvador es un reflejo de los desafíos complejos que enfrenta el país, y mientras el presidente Nayib Bukele continúa su mandato, la estabilidad y la paz son temas que están en el centro del discurso público y político. La sociedad observa con interés cómo se desarrollarán las políticas futuras y si esta era de relativa tranquilidad puede ser sostenida en el tiempo, sin comprometer los valores democráticos y los derechos fundamentales de todos los ciudadanos.