La investigación que llevó a cabo el grupo anti-corrupción Dijín, junto con la colaboración del fiscal general de la nación, se extendió durante más de un año y se centró en la desmantelación de una compleja red delictiva que se dedicaba al robo de tierras en las comunas de Soledad y Barranquilla, ubicadas en el departamento del Atlántico. Esta operación ha culminado con el arresto de 17 personas, quienes desempeñaban roles clave en una estructura que operaba de forma sofisticada.
La esencia de esta operación se originó a partir de quejas y notificaciones cívicas provenientes de diversas instituciones estatales, lo que sirvió como el punto de partida para la investigación que ha llevado a esta red criminal tras las rejas. El grupo estaba compuesto por individuos que ocupaban posiciones de importancia, incluyendo secretarios, notarios, inspectores, abogados y otros personajes del ámbito civil.
Los investigadores han podido establecer que esta estructura criminal operaba en al menos cuatro frentes fundamentales: el registro, la parte legal, la notaría y la policía. Su objetivo era coordinar esfuerzos para legalizar parcelas de tierra que, en realidad, pertenecían a zonas en disputa judicial o eran tierras de uso público, las cuales eran tratadas como si fueran propiedades privadas. Una vez despojadas de su estatus legítimo, estas tierras eran luego clasificados y vendidas, generando con ello ganancias ilegales que, de acuerdo a cálculos preliminares, podrían superar los 16 mil millones de pesos.
Roles específicos dentro de la operación:
Iván Carlos Páez, quien se desempeñó como Secretario de Instrumentos Públicos en Soledad, fue una de las piezas clave en el frente del registro. Según las autoridades, su actuación permitió el registro irregular de terrenos y la emisión de resoluciones que obstaculizaron el correcto proceso de legalización, afectando así el registro de tierras con un historial legal claro.
En un ámbito similar, Juan Manuel Ucrós y David de Castro Macías operaron en otros lugares, facilitando el registro de propiedades sin adherirse a los requisitos legales que establecen la normativa vigente.
José Luis Pasteco, calificador en la misma oficina en Soledad, omitió de manera deliberada la revisión de documentos, aumentando la legalización de propiedades ilegítimas al pasar por alto las obligaciones fiscales que debían cumplirse antes de autorizar cualquier registro.
En el ámbito policial, Neisy Esther Cantillo, conocida como Doctor Alias, actuó como inspectora de policía y se encargó de emitir amparos policiales para dar legitimidad a actividades ilegales. Por su parte, Marlon José Mora, inspector de Cereté, se ocupó de procesar quejas para ayudar a otorgar tierras a los miembros de la red delictiva.
En cuanto a las notarías, Francisco María Mejía, un notario público de Santo Tomás, y Ana Dolores Mez, el segundo notario en Barranquilla, protocolizaron hechos con documentación falsa o incompleta, sin exigir la debida inspección de los predios o la verificación de impuestos, lo que facilitó las transacciones fraudulentas de tierras.
A eso se sumó Andrés Díaz Granados, Oficial Legal del Alcalde de Soledad, quien autenticó actos administrativos que otorgaban un manto de legalidad a la ocupación ilícita de tierras. Otros ocho individuos, incluidos Luis Miguel Martínez, Ismael Cárcamo Albarino, e Inés Amint, también jugaron roles fundamentales al contactar a compradores, falsificar documentos, presionar a funcionarios y facilitar la transferencia de propiedades necesarias a las empresas involucradas en estas actividades ilícitas.
La influencia de Lias «Negrito» Rubí: Poder político al servicio de la expropiación
Las autoridades tardaron más de un año en llevar a cabo esta investigación, lo que permitió la captura de 17 individuos involucrados. Foto:Policía
Uno de los personajes que surgió durante la investigación es Lias Enrique Rubí, también conocido como Negrito, una figura política de Soledad. Aunque su captura aún no se ha materializado, su nombre ha sido mencionado en varias declaraciones como un posible articulador político de la red. Rubí habría actuado como un contacto clave entre funcionarios corruptos y estructuras privadas, utilizando su influencia para favorecer el nombramiento de inspectores y registradores que facilitaron el fraude. Asimismo, se le atribuyen actos para asegurar que las propiedades en cuestión quedaran fuera del radar de cualquier inspección o fueran incluidas en planes de desarrollo que aumentaban artificialmente su valor.
La red no solo estuvo involucrada en la expropiación de tierras, sino que también se relacionó con desvíos de terreno para grandes proyectos educativos, como los Megacolegios SO. Según la fiscalía, al menos tres de estos proyectos fueron cancelados o nunca comenzaron, ya que los terrenos destinados a estas construcciones habían sido ocupados ilegalmente por la red. Esto ocasionó que propiedades que debían ser utilizadas para la educación se convirtieran en fuentes de enriquecimiento ilegal.
En lugar de destinarse a la educación, los terrenos fueron vendidos a terceros o utilizados como colateral para préstamos, afectando gravemente a más de 3,000 estudiantes de escasos recursos.
Si PeñaOcho mandos regionales de la Policía Nacional
Funcionamiento de la red: un sistema de expropiación sistemático
La Policía proporcionó detalles sobre la operación que llevó al desmantelamiento de esta organizada red de invasión de tierras. Foto:Policía
El modus operandi de la red fue cuidadosamente planificado: primero, su estrategia consistió en identificar terrenos en irregularidad o problemáticos, muchos de los cuales estaban destinados a obras públicas o sugeridos para uso comunitario. Posteriormente, un inspector involucrado emitía un amparo a favor de un falso «titular», lo que permitía al notario protocolizar la supuesta propiedad. Posteriormente, el secretario registraba el título sin realizar verificaciones profundas, llevando así a la ‘legalización’ del fraude.
Una vez que la tierra aparecía en el registro como propiedad privada, era rápidamente vendida a precios elevados a entidades privadas, algunas de las cuales procedían de buena fe, pero la mayoría estaban implicadas en el esquema delictivo. El área que fue afectada por esta red supera los 277,000 metros cuadrados, abarcando parques, centros de desarrollo infantil y terrenos reservados para la expansión escolar y comunitaria.
El daño generado no solo es patrimonial, sino que también tiene un impacto social considerable, ya que estos terrenos eran esenciales para atender las necesidades de miles de habitantes. Actualmente, la fiscalía sigue investigando si hay más funcionarios implicados y si existen conexiones con estructuras políticas de mayor envergadura. Mientras tanto, la sociedad civil anhela que se restauren los proyectos que fueron interrumpidos y que el estado logre revertir los daños causados por esta red, que transformó tierras públicas en fuentes de enriquecimiento ilícito.