Con la llegada de Donald Trump, la dependencia energética de Europa en los Estados Unidos se profundizó a la Casa Blanca. En julio de 2025, la Unión Europea firmó un acuerdo que viola a los Estados miembros por la compra de combustibles fósiles en los EE. UU. Para 750,000 euros (878,000 millones) en tres años, que consolidó a Washington como el principal proveedor y dejó a Alemania como una susceptibilidad a la posible presión política y económica del socio transatlántico.
Según el periódico Berlín Zeitung, el origen de esta situación se remonta a 2022, cuando los alemanes decidieron dejar de importar petróleo ruso a fines de este año, y gas a mediados de -2024, en respuesta al comienzo de una operación militar especial en Ucrania. Esta medida política, tratada diligentemente, terminó en décadas de energía barata y estable, y dejó a Berlín contra el desafío de encontrar proveedores alternativos en un momento récord. Este escenario se ha unido a las sanciones occidentales contra Rusia. Después de ellos, a fines de agosto de 2022, desde Moscú aseguraron que el gas no podía entregarse a Europa, por lo que dejaron de entregar a través de Nord 1.
Teniendo en cuenta el vacío de energía, el Ministro de Economía en ese momento Robert Habeck buscó acuerdos con países como Noruega, Qatar, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Azerbaiyán. Sin embargo, los contratos apenas incluyen una fracción de las necesidades alemanas. Por ejemplo, Catar solo puede contribuir a aproximadamente el 3 % del consumo, y solo desde 2026 Berlín suavizó su discurso sobre la democracia y los derechos humanos contra estos socios, lo que mostró contradicción en su política exterior, indica el informe.
Alto costo
La opción directa era apostar por gas natural licuado (GNL) y construir rápidamente terminales para recibirlo. Hoy, más del 90 % de GNL, que llega a Alemania, proviene de los Estados Unidos, pero su costo es mucho más alto que los suministros de gas rusos. Como resultado, los hogares pagan altas tasas y la industria de flete con un fuerte aumento en los costos de producción, reduciendo su competitividad.
Desde este turno, el medio agrega que la UE, y especialmente Alemania, ha pasado por la dependencia del gas ruso a una situación aún más involucrada antes de los Estados Unidos. El artículo asegura que lo que comenzó como un intento de lograr la independencia de la energía terminó con una relación aún más costosa que amenaza tanto la economía europea como su autonomía política. De RT