El gobierno de Donald Trump ha marcado un punto de inflexión en el orden económico multilateral al imponer aranceles y restricciones comerciales arbitrarias en todo el mundo, debilitando la estructura que ha regido el comercio internacional desde la Segunda Guerra Mundial. Esta posición unilateral, promovida bajo el lema «Estados Unidos primero», ha dejado a los países en desarrollo sin mecanismos de defensa contra la imposición de reglas comerciales por parte de Estados Unidos.
La administración Trump ha buscado convertirse en el árbitro supremo del comercio global, reemplazando los procesos multilaterales de resolución de disputas –como los de la OMC– con mecanismos bilaterales que ella controla. Así lo respaldaron declaraciones de su representante comercial, Jamieson Greer, quien abogó por la rápida imposición de aranceles como sanción al incumplimiento.
Este desmantelamiento del sistema multilateral coincide con una fase de transformación global caracterizada por el desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), que han fortalecido el poder de las corporaciones transnacionales. Estos, a su vez, mantienen relaciones complejas –interdependientes y conflictivas– con los Estados, que tienen implicaciones tanto económicas como geopolíticas, especialmente debido a la naturaleza dual (comercial y militar) de muchas TIC.
Ante este escenario, América Latina muestra una indiferencia inquietante. Lejos de adoptar posiciones estratégicas para defender sus intereses estructurales, la región permanece pasiva mientras se reconfigura el orden económico internacional. Esta falta de respuesta puede aumentar su vulnerabilidad en un contexto cada vez más competitivo y desigual.